Miller y Monroe: El Efecto Pigmalión

Marilyn Monroe y Arthur Miller fotografiados por Richard Avedon en New York, el 8 de mayo de 1957.

Marilyn Monroe y Arthur Miller fotografiados por Richard Avedon en New York, el 8 de mayo de 1957.

Arthur Miller (Nueva York, 1915 - Connecticut, 2005) está considerado como uno de los mejores dramaturgos del siglo XX. Autor de obras tan emblemáticas como ‘La muerte de un viajante’ o ‘Las brujas de Salem’,  pasó a la historia también por haber ganado en dos ocasiones del premio Pulitzer y por haber sido el último marido de Marilyn Monroe.

De Miller se dice que supo trasladar a los escenarios el conflicto y las contradicciones del ser humano y que sus obras destilaban un espíritu crítico con el que arremetía contra el masificador antihumanismo estadounidense. Cuentan que se acercó al marxismo para después criticarlo, que se opuso activamente a la “caza de brujas” del senador Joseph McCarthy y que denunció la intervención estadounidense en Corea y Vietnam.  Miller era transgresor y valiente. Tan valiente que intentó algo imposible: rescatar a Marilyn del monstruo de la tristeza.

La historia oficial afirma que fue quizás el hombre que mejor pudo entender el vacío que la atormentaba, y el más capaz de valorar su talento y de hacérselo creer a ella, pero acabó por rendirse ante la complejísima personalidad y la fragilidad emocional de la mítica estrella.

Todo comenzó en el año 1951, cuando Marilyn Monroe era una celebridad en ascenso y él saboreaba las mieles del éxito de su obra “Muerte de un viajante”, que arrasó en Broadway y tambaleó los cimientos de la sociedad norteamericana. Por aquel entonces, los medios ya habían creado una Marilyn superficial, todo glamour y escandalosamente sexi, pero adicta, problemática y depresiva. 

En una de las tantas fiestas de Hollywood de la época, ambos estaban invitados. Ella iba a acudir como acompañante del flamante y exitoso director de cine Elia Kazan, picaflor consumado, con el que mantenía una relación libre de compromisos. En el último momento, Kazan se decantó por otra actriz para esa noche y se le ocurrió pedirle a su gran amigo por aquel entonces, Arthur Miller, que acompañara y entretuviera a Marilyn en aquella velada. El cineasta no sabía que la Divina Providencia le había elegido para oficiar de celestino.  

Contra todo pronóstico, la rubia más sexy del planeta, icono erótico del sueño americano, y  el aclamado escritor, intelectual crítico y portavoz del lado oculto de ese sueño y su doble moral, se atrajeron como imán y puerta de nevera. Y desde el primer momento, el dramaturgo vio las dos caras de la estrella y quiso comprenderla… y salvarla.

Miller estaba casado y era padre de familia. Era judío y su moral y sus principios estuvieron batallando con su corazón durante cinco años, en los que tuvo algunos encuentros ocasionales con la Monroe. Finalmente, dio carpetazo a su conflicto interno y en un acto de coherencia admirable para la época y el lugar en el que le tocó vivir, se divorció para estar con Marilyn.

La pareja anunció su compromiso en las puertas de su domicilio en Nueva York, y la prensa se frotaba las manos: la historia no podía ser más jugosa. “Es la primera vez que estoy realmente enamorada. Arthur es un hombre serio pero tiene un sentido del humor maravilloso. Estoy loca por él”, confesaba Marilyn  a los periodistas congregados. La actriz estaba tan entusiasmada que decidió convertirse al judaísmo, como muestra de lealtad a su futuro esposo.

El día de su boda civil, 29 de junio de 1956, tenían planeado atender a la prensa en la casa que Miller tenía en Conecticut. Pero antes iban a almorzar en la casa del primo del escritor, una información que no debió trascender al conocimiento de ningún periodista, pero lamentablemente no fue así.

Mara Scherbatoff, reportera de Paris Match anticipó la jugada y, por conseguir la foto del almuerzo familiar antes que nadie, emprendió una persecución en carretera en cuanto vio salir un Oldsmobile verde que llevaba a la pareja hacia la casa de Morton, el primo de Miller. La ruta era sinuosa y desconocida para la periodista y su paparazzi y, en una curva cerrada, el coche salió de la carretea chocando contra un árbol.

La rueda de prensa fue caótica. Los futuros novios estaban nerviosos y respondieron durante diez eternos minutos dando la información justa y protocolaria. Mientras tanto, el cuerpo de Mara Scherbatoff no resistía al impacto del accidente y fallecía en el hospital. La pareja lo supo apenas terminó la conferencia de prensa.

A Marilyn le asoló un profundo sentimiento de culpa que Miller trató de paliar argumentándole que esta desgracia podría hacer reflexionar a la prensa sobre el absurdo fenómeno paparazzi, algo que él, como periodista fundamentado, detestaba.

El 1 de julio, Marylin y Arthur celebraron su boda religiosa. Fue una tradicional e íntima ceremonia judía en una casa de campo en las afueras de Nueva York, a la que asistieron apenas 26 invitados.

Vivieron una historia de idas y vueltas, infidelidades y excesos hasta que en 1961 se separaron con el mismo hermetismo con el que se habían casado. 

El último intento de Arthur Miller por adentrase en los infiernos de su mujer, quedó plasmado en el guion de ‘The Misfits’ (Los inadaptados),  traducida finalmente como ‘Vidas rebeldes’.

El texto fue adaptado por John Houston para rodar un western que reunió en el desierto de Nevada a tres estrellas que comenzaban a apagarse: Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift. La obra que Miller escribió pensando en su mujer, con la que quería demostrarle al mundo su capacidad dramática, acabó con el cartel de ‘maldita’ colgado en la memoria del cine.

Miller había escrito para Marilyn esa historia en la que intentaba explicar sus contradicciones. Una de las frases míticas que el autor puso en boca del Clark Gable evidenciaba un claro reflejo de su propia frustración: « ¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?».

Por lo visto el set de filmación era un continuo drama. Marilyn apenas podía controlar sus demonios y abusaba de psicofármacos. Clift estaba sumido en un laberinto de drogas y alcohol, Houston se evadía en el juego y Gable se ahogaba en la tristeza nunca superada de la muerte de su esposa (de hecho, falleció tan solo tres días después de finalizar el rodaje). La situación de los actores era tan dramática que el estudio contrató a médicos para que atendieran a sus estrellas de manera constante. La excepción fue el propio Miller, que en pleno rodaje, y agotado ante la infructuosidad de su lucha por salvar a su mujer,  se enamoró de la fotógrafa Inge Morath, con la que se casaría en febrero de 1962.

Seis meses después de esa boda, la noche del 4 al 5 de agosto de 1962 Marilyn se debatía entre la vida y la muerte en California, mientras Arthur estaba en pleno desierto de Nevada. Dicen que cuando recibió la llamada telefónica que le anunciaba el trágico final de la estrella, el escritor se desmayó y tuvo que recibir asistencia médica.

El dramaturgo no logró salvarla, no pudo reescribir la amarga historia que ella portaba en su mente y destrozaba su corazón una y otra vez, de manera sistemática.

La muerte de Marilyn fue como una escenificación de una de las frases más aterradoras que sobre ella misma pronunció  en vida: “Estoy sola; siempre estoy sola, no importa lo que pase”.

 (*) El efecto Pigmalión es un término que se utiliza en psicología para referirse al fenómeno por el cual las expectativas y las creencias que posee una persona influyen directamente en las conductas, en el rendimiento y en los resultados de otra.

© María Pérez 2020

Pues va a ser que 'sip'...

Y yo que me iba al cine pensando que iba a ver una peli de Ciencia Ficción con ovnis, abducciones y una pincelada de terror… pues ‘nope’.

Esta es una de esas películas que te dejan pensando, tratando de descifrar sus enigmas y de interpretar sus múltiples lecturas. Muy interesante, incluso, para los que tengan interés en temas de psicogenealogía y sanación transgeneracional, por ejemplo… entre otras cosas.

La historia invita, de manera muy original, a reflexionar sobre el precio por conseguir el minuto de gloria o la toma perfecta; sobre ‘un mal milagro’ o el peligro que esconden los pozos de los deseos; sobre el peligro de tratar de dominar (o domar) a quién no nació para ello, o sobre la importancia de vencer a nuestro propio monstruo interno y decirle ‘nope’ al miedo…

En definitiva, que ‘sip’… que me ha gustado mucho y la recomiendo.

“Sigue adelante” (EL PÁRAMO, 2021)

Lucía (Inma Cuesta) y Diego (Asier Flores), madre e hijo en 'El Páramo' (2021).

Lucía (Inma Cuesta) y Diego (Asier Flores), madre e hijo en 'El Páramo' (2021).

El Páramo es una película de la que me atrevo a decir (desde mi más sincera ignorancia en materia cinéfila) que está hecha ‘a fuego lento’, por la meticulosidad de sus detalles visuales y sonoros. Sorprende su forma de mostrar la decadencia, y el deterioro físico y mental de sus protagonistas, sin caer en lo sórdido. Muy al contrario, no pierde elegancia y belleza en ningún momento, gracias a una fotografía que nos regala escenas memorables.

En esta ópera prima, su joven y prometedor director ha jugado hábilmente con el concepto de terror para hablarnos de una bestia que resulta ser una metáfora que abarca un contenido tan amplio como profundo. El Páramo es ese lugar al que nos llevan las circunstancias adversas de nuestra vida. Un lugar áspero y solitario donde nos acechan los miedos y los traumas de conflictos bélicos y de la violencia que trastorna las cabezas de los adultos e interrumpe la sagrada inocencia de los niños, cuya sensibilidad es castrada por considerarla una debilidad en medio de una realidad demasiado dura.

La película nos habla también del dolor de las despedidas y de la ausencia de un padre como figura que representa tanto la seguridad y la estabilidad en nuestra vida como en nuestro mundo interior. Sin él, todo se vuelve una amenaza contra nuestra supervivencia.

Aunque la historia está ambientada en la España del siglo XIX en la que muchas familias, como la protagonista, en medio de la guerra y el caos, recurrían a vivir en pastos aislados y tierras de baldío, alguna que otra escena me llevó a mi propia infancia cuando mi abuela materna despellejaba a los conejos (medio vivos todavía) para incluirlos en la paella del domingo. Aquellas escenas imborrables son la causa de que yo jamás haya probado la carne de estos animalitos (a pesar de que no soy vegetariana). Mi abuela era una superviviente. Una mujer de campo que sabía del hambre y de las miserias de la guerra y la posguerra. Su sensibilidad posiblemente pasó a un segundo plano cuando se enfrentó a la ausencia de un marido alistado en combate y a cinco bocas hambrientas a las que había que alimentar. Y de eso va El Páramo. De cómo se acaba nuestra inocencia y nuestra cordura ante los estragos de una bestia que nos desconecta de nuestra propia alma, quiebra nuestras mentes y nos rompe el corazón.

El hilo narrativo está lleno de detalles muy bien entrelazados como es el caso, por poner un ejemplo, de la imagen y la melodía de una caja de música que aparece en varias ocasiones como alegoría de la melancolía y la añoranza de otros tiempos que ya no volverán o de la presencia invisible del padre.

La elegancia de esta película es innegable. Huye de sustos y de tópicos y narra la historia con calma, recreándose en una estética impecable y en una banda sonora llena de magia.

El tema principal de la película es sencillamente precioso. Te lleva de la mano hacia una línea de espacio tiempo en la que convergen viejas leyendas que nos hablan del espíritu de aquellos seres que lucharon por sobrevivir en tierras hostiles. Nos habla de la eterna presencia de estos héroes en nuestro recuerdo como un rayo de esperanza que, a pesar de todo, siempre nos vuelve a salvar.

Como ordena esa última frase de la madre a su hijo: “sigue adelante”, no nos queda otra. Seguir adelante a pesar del miedo y de la sombra de las inevitables y dolorosas ausencias, de la falta de un referente sólido al que aferrarnos para asegurar nuestra estabilidad o de la sensación de abandono ante la desprotección de nuestras necesidades emocionales.

Y ese mismo “sigue adelante” sería el mensaje que yo le daría especialmente al director de esta película, al jovencísimo actor que la protagoniza, y al avezado compositor de su banda sonora. Que sigan adelante, creando y transmitiendo con esa verdad y esa sensibilidad que tanta falta nos hace.

"No mires... adentro" (NO MIRES ARRIBA, 2021)

Yule (Timothée Chalamet). Don't Look Up (No mires arriba), 2021.

Yule (Timothée Chalamet). Don't Look Up (No mires arriba), 2021.

Según diversos autores (socorrida expresión que nos delata cuando no recordamos dónde demonios leímos lo que vamos a decir) podría definirse el arte como un espacio donde el alma se recrea, un refugio en el que el ser humano manifiesta su capacidad de expresión y que constituye, como espejo de la sociedad que es, un fiel reflejo de las condiciones y circunstancias del tiempo y del lugar en el que surge.

El arte también es, como decía Picasso, esa mentira que nos permite comprender la verdad, a pesar de que esa ‘verdad’ pueda estar a veces bajo capas y capas de símbolos, metáforas y metalenguajes diversos que cada observador interpretará por su cuenta y riesgo. Porque, aunque el idioma del arte es universal, las proyecciones artísticas se ven impregnadas de la cultura, la ideología, las creencias, la experiencia y el momento vital de cada espectador.

En el cine, denominado séptimo arte desde 1911, la experiencia subjetiva se magnifica por la complejidad y la cantidad de estímulos que confluyen hacia nuestra mente a través de nuestros sentidos. Además, por un lado está lo que queremos o esperamos ver y por otro, lo que podemos ver (lo que alcanzamos a comprender). Y no siempre coinciden. No siempre vemos lo que quisiéramos y, en ocasiones, no siempre queremos ver lo que podríamos ver. (Tiene mucho sentido lo que acabo de escribir aunque haya que darle un par de vueltas, tomándose antes una Biodramina por precaución).

Un ejemplo reciente de cómo una película puede ser interpretada a conveniencia del espectador en múltiples sentidos (algunos de ellos diametralmente opuestos) es ‘No mires arriba’, estrenada en diciembre de 2021. Bajo mi punto de vista (otra interpretación subjetiva) este es uno de sus grandes méritos: una sátira en la que todos pueden encontrar el zasca perfecto para el ‘enemigo’ que mejor se ajusta a su visión de la realidad.

Este polémico film nos presenta a dos científicos: un profesor de astronomía y una de sus alumnas de posgrado, que descubren un meteorito cuya trayectoria va a finalizar en un inminente impacto contra nuestro planeta. Los cálculos les confirman que disponen de seis meses para que el evento les pille confesados y tratarán de advertir a la humanidad, informando a las autoridades políticas y a los medios de comunicación.  Para su desesperación, se encontrarán con una clase política vendida a una gran corporación (que ya tiene previsto como huir del planeta en última instancia) y con unos medios de comunicación que convierten la llegada del aerolito en un espectáculo esperpéntico. Todo esto, resumiendo mucho.

A la hora de extraer lecturas todos se han servido su dosis de autocomplacencia. Donde unos han visto una parodia del gobierno de Trump, otros han visto una incisiva crítica hacia la clase social política en general. Mientras que unos centran su discurso en el énfasis del mensaje de concienciación sobe el cambio climático o la desesperación de la comunidad científica ante supuestos planteamientos negacionistas (palabra tan flexible como reversible), otros han visto un claro tirón de orejas a los científicos que se dejan seducir por el brillo mediático y los aires de grandeza de la industria tecnológica.

‘No mires arriba’ se interpreta como un lema de doble dirección: Por un lado el intento de los poderes fácticos por entretenernos con cualquier cosa con tal de que no despeguemos los ojos de nuestros dispositivos móviles, o también como el grito de guerra de los insurgentes que nos advierte del peligro que conlleva mirar (escuchar) a los de arriba porque solo pretenden engañarnos.

En cualquier caso todo indica que estamos ante una sátira que pretende dar una especie de ‘bofetada coral’ donde no se salva ni el apuntador: el capitalismo, el gobierno, los políticos, los influencers, los multimillonarios frikis de las nuevas tecnologías, las grandes corporaciones…. No se salva nadie y además, (spoiler) es literal.

En ese sentido, tal vez el meteorito no es más que otra metáfora de cualquier verdad que esté por encima de cualquier ideología, posición política, nivel económico o cultural. Una verdad que más pronto que tarde nos estallará en la cara y podría ser perfectamente el hecho de que, nos guste o no, existe un orden superior (vamos a llamarlo Naturaleza) que va a seguir sus ciclos con o sin nosotros. Y nuestra opinión al respecto poco o nada importa porque aquí estamos de paso (recordemos que el pasaporte a la tumba lo tenemos todos adjudicado por nacimiento).

Pero todavía podemos quitar una capita más de la cebolla cinematográfica. Un manto sutil donde suelen esconderse verdades más incómodas o revelaciones sorprendentes. Existe un mensaje más profundo que comienza a dibujarse en la relación entre la astrónoma en ciernes, Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) y Yule, el skater adolescente interpretado por Timothée Chalamet. Dos outsiders que se reconocen y conectan como si siempre hubieran estado juntos. Ella, ha sido silenciada en los medios, ridiculizada en las redes sociales y obligada a permanecer fuera del sistema por su integridad y sentido común como científica y como persona. Él, ha sido rechazado por su propia familia, por tener una concepción espiritual más abierta y trascendente que choca con la religiosidad convencional de ellos. La metáfora del ineludible encuentro entre ciencia y conciencia (espiritualidad) está servida.

Confirma mi teoría la escena de ‘la última cena’. Cuando se acerca el inevitable fin, los protagonistas acaban compartiendo mesa y mantel con un reducido grupo de personas (familia o no) con las que comparten una afinidad más allá de los lazos de sangre. Todos parecen entregarse con aceptación y humildad a ese orden superior que ha decidido su destino final sin preguntarles, y lo único que se les ocurre es entrelazar sus manos reconociendo que rezarían algo si supieran hacerlo. Entonces, el joven skater les comunica que él sí sabe rezar. Y lo hace. La ciencia escucha a la espiritualidad. Y el astrónomo (Leonardo Di Caprio) pronuncia una sentida frase: “En realidad lo teníamos todo. Si lo piensas bien”. Y tanto. Sólo que, para pensarlo bien y darse cuenta de todo lo que tenemos hay un lugar al que debemos mirar. Es ese lugar que ningún poder externo que pretenda controlarnos para su propio beneficio va a querer que miremos nunca. Y hará todo lo posible para que no miremos… adentro.

“Separados sois débiles. Juntos sois perfectos” (DOS, 2021)

David (Pablo Derqui) y Sara (Marina Gatell). DOS, 2021.

David (Pablo Derqui) y Sara (Marina Gatell). DOS, 2021.

Más allá de un thriller inquietante, original y arriesgado en su puesta en escena, "Dos" es una fuente de metáforas para quien sepa o quiera verlas. La simbología del número es constante en la película como expresión de la dualidad, las fuerzas opuestas o las polaridades (masculino/femenino) que nos recuerdan que en todo Yin siempre hay un poco de Yang y viceversa.

El simbolismo es algo que se dirige directamente a nuestro subconsciente y desde ahí nos habla a través de nuestra intuición. Por eso, para comprender las señales es necesario mirar hacia el interior donde se oculta la sabiduría de nuestra alma. Un conocimiento oculto que, por cierto, en el Tarot viene representado por la carta de La Sacerdotisa que, curiosamente, es la número dos de los veintidós Arcanos Mayores de la baraja. 

Aunque en la película no aparece ningún Tarot, sí podría decirse que existe una sacerdotisa oculta… en forma de banda sonora. La música de Diego Navarro, es la que nos va guiando a lo largo de esta historia por los diferentes estadios emocionales que van desde lo más denso y oscuro (al inicio) hasta lo más trascendente y luminoso que culmina con un final claramente metafórico. Y en medio, entre un estadio y otro, aparece el Réquiem de Mozart, como clara alusión a la reencarnación de las almas, a la muerte de un estado de consciencia y a la resurrección o despertar a una nueva percepción de la realidad.

La fotografía merece una dignísima mención porque, entre otras cosas, el tratamiento de la imagen a la hora de abordar la desnudez de sus protagonistas es exquisito. La crudeza de las escenas finales se convierte en belleza, en arte y en una alegoría perfecta.

Por último, se diría que hasta la figura de Platón y el mito de las almas gemelas se cuelan también en la historia. Incluso la caracterización de uno de los personajes ‘clave’, de cabello y barbas blancas, parece un guiño al filósofo griego. Según las teorías derivadas de la enseñanza platónica (que encajarían a la perfección en la película), cuando dos seres se reconocen espiritualmente, la atracción es inevitable. Es como si sus almas fuesen siamesas.

La historia que nos plantea Mar Targarona en este film insólito y original puede resultar humanamente muy perturbadora pero, si alzamos la mirada, escucharemos a la ‘sacerdotisa’. Ella nos va dando las pistas (al son del chelo y la marimba) para que podamos llegar a ese nivel de trascendencia en el que logremos comprender que quizá las almas gemelas se reencuentran para recordarse mutuamente que cada uno siempre estuvo y estará completo en el corazón del otro.

L'estasi dell'Oro

Los publicistas conocen bien el poder hipnótico de la música y utilizan sin piedad esta ‘brujería’ consiguiendo en ocasiones que,  hasta las mentes más rebeldes, se detengan y entren en ese dulce trance que arrastra los cuerpos hacia la pantalla del televisor como colibrí en busca de néctar.

Seguro que te ha pasado. Viajar en el tiempo con tan sólo escuchar las primeras notas de una melodía. Sin ir más lejos, el otro día regresé a los 70 durante unos minutos, gracias a este spot . Por unos momentos, me vi en el asiento trasero del SEAT- 127 de mi padre, de camino hacia el pueblo de mis abuelos, escuchando aquella cinta de cassette en la que sonaban los grandes éxitos del spaghetti western. Tenía en las manos aquella carátula con la imagen de Clint Eastwood y su legendaria mirada de halcón cabreado, y mi imaginación podía volar sin alas gracias a la música del maestro Morricone. Pura magia en el aire…

Y es que este spot versiona un tema emblemático: L'estasi dell'Oro (El éxtasis del oro) un fragmento de la música compuesta por el mencionado compositor italiano, Ennio Morricone, para la banda sonora de la película “Il buono, il brutto, il cattivo” (El bueno, el feo y el malo). (Aquí, la versión original, en concierto).

Casi todo el mundo sabe que el director de esta película, Sergio Leone, gurú del spaghetti western, se enamoró de Almería y la puso en el mapa al rodar allí la mayor parte de su famosa trilogía del dólar. Pero el dato curioso que se le escapa a gran parte del público es que la mayoría del metraje de ‘El bueno, el feo y el malo’ se grabó en Burgos.

La mayoría de las escenas míticas de esta película de culto se rodaron en tierra burgalesa. Entre ellas, la más recordada es la escena final, con Clint Eastwood (el bueno), Eli Wallach (el feo) y Lee Van Cleef (el malo) buscando la tumba que oculta los 200.000 dólares en el cementerio de Sad Hill. Y es aquí precisamente donde suena “L'estasi dell'Oro”.

Según cuentan en la publicación digital  www.traveler.es “este ficticio mausoleo circular de más de 5.000 tumbas se construyó entre las imponentes vistas que ofrece el Valle de Mirandilla, entre Santo Domingo de Silos y Contreras, con una plazoleta central en la que se batirían en duelo final los protagonistas. Tras el rodaje, el cementerio cayó en el olvido durante más de cuarenta años. Las tumbas desaparecieron y sus marcas circulares se fueron borrando con el paso del tiempo hasta que en 2014 se creó la ‘Asociación Cultural Sad Hill’ con el objetivo de recuperar los escenarios usados en la provincia de Burgos para el rodaje”.

Este trabajo ha sido recogido en un documental llamado “Desenterrando Sad Hill”, y se puede ver a través de Netflix. Aquí puedes echarle un vistazo al tráiler.

Como curiosidad, adelanto que en este documental participa James Hetfield, líder de Metallica. Como sabrán sus seguidores, la banda de thrash metal  abre sus conciertos (prácticamente desde los inicios de su andadura en el mundo de la música) con el tema ‘The Ecstasy of Gold’, su propia versión de la mítica pieza de Morricone.  Escúchala aquí.

…y todo esto, por un anuncio, por una música, por un recuerdo… y por un puñado de dólares.

+INFO:

El último vuelo de Lois

Margot Kidder fotografiada por Patrick Jarnoux (1979).

Margot Kidder fotografiada por Patrick Jarnoux (1979).

13 de mayo. Se cumplen dos años desde que Margot Kidder, la inolvidable Lois Lane, alzó el vuelo definitivo hacia la eternidad. Me la imagino reencontrándose con su viejo amigo Chris Reeve y recreando ese momento icónico de ‘Superman’ (1978) sin necesidad de efectos especiales.

Ella es la ‘culpable’ de mi vocación periodística, de mi empeño en la búsqueda de extraterrestres infiltrados, de mi obsesión por las azoteas y de mi convencimiento absoluto en que detrás de cada patoso Clark Kent, puede encontrarse un Superman capaz de hacer girar el planeta a la inversa para resucitar a la mujer de la que está enamorado.

El 13 de mayo de 2018 Superman no pudo hacer nada por Lois, al menos en esta dimensión. Dijeron que había muerto en su casa mientras dormía, pero luego confirmaron su suicidio. Tenía 69 años… y un trastorno de bipolaridad. Los médicos afirmaron en un comunicado que Margot falleció “como resultado de una sobredosis autoinfligida de fármacos y alcohol”.  

Dicen que se aferró a la interpretación porque al actuar podía dejar salir a su verdadero ser sin que nadie lo supiera y que sus ‘monstruos’, como ella solía llamar a su enfermedad mental, la acompañaron siempre desde muy joven.

Sus paranoias llegaron a tal punto que en una ocasión, en el aeropuerto de Los Ángeles, se armó un revuelo porque la actriz comenzó a gritar presa de una crisis de pánico. Afirmaba que un virus informático había borrado las memorias que estaba escribiendo y, mientras esperaba un vuelo, se obsesionó con que su primer marido, el novelista Thomas McGuane y la CIA estaban tratando de matarla porque sus escritos “podían cambiar el mundo”. Cuentan que a raíz de este episodio desapareció durante días y cuando sus familiares la encontraron (en un jardín que no era el suyo, desorientada y con la ropa hecha jirones) consiguieron convencerla para que hablara con un especialista en trastorno bipolar. Finalmente, pareció aceptar el diagnóstico de su enfermedad… o tal vez, lo fingió. Nunca lo sabremos.

Lo cierto, y lo extraño, es que compartió un triste destino con su amigo Chris en la llamada ‘maldición de Superman’ que afectó a varios intérpretes de la película quienes, tras encarnar al personaje, sufrieron accidentes o enfermaron gravemente. Margot no solo tuvo que pelear con sus monstruos sino que además sufrió un accidente que le supuso un calvario del que nunca logró recuperarse ni física ni económicamente. Terminó refugiándose en una vida de adicción a fármacos y alcohol porque, como ella misma dijo en una ocasión, prefería estar borracha antes que loca.

Pese a todo, a pesar del paso de los años y los daños, su carrera como intérprete nunca se detuvo y además fue una firme activista que luchó por los derechos de las personas sin hogar. Dicen que fue a raíz de haber vivido una temporada en la calle debido a sus problemas financieros. Pero tal vez fue porque tampoco encontró el hogar dentro de sí misma y quizá por eso, congenió tan bien con el hombre de acero, procedente de Krypton. Me gusta pensar que los dos tenían ese anhelo de quien pertenece más al cielo que a la Tierra.

Gracias Margot. Gracias Lois.

13 de mayo de 2020.

Nacida el cuatro de julio

Dicen que Gloria Frances Stuart nació sobre la mesa de la cocina de su casa en Santa Mónica, California, el cuatro de julio de 1910. Nacer en un día tan señalado y en unas circunstancias tan poco comunes debió de darle buena estrella a esta niña de ojos cristalinos que, a la edad de 22 años, debutó en el cine con los estudios Universal. Era el año 1932 y hacía muy poco tiempo que el cine sonoro había llegado al mundo.

Pronto destacó como una de las primeras "reinas del grito" por su trabajo en filmes de terror como Frankenstein, El caserón de las sombras o El hombre invisible.

Stuart se convirtió en una de las figuras más solicitadas de la época dorada de Hollywood, llegando a filmar casi diez películas por año, hasta que a mediados de la década de los 40 se retiró para, por lo visto, dedicarse a la pintura.

Casi cuatro décadas más tarde regresó a la pequeña pantalla participando en series como ‘Se ha escrito un crimen’. Pero…  la fama definitiva le llegaría ni más ni menos que a los 87 años con el papel de la anciana Rose en TITANIC, con el que consiguió la nominación al Óscar que no había conseguido en todos sus años de carrera, además de una candidatura a los Globos de Oro y el galardón del Sindicato de Actores.

El director de la película, James Cameron, contó en una entrevista que buscaba para el papel de la centenaria Rose a alguien que hubiera vivido la época dorada de Hollywood, y se decantó por Stuart porque, entre otras cosas, a sus casi 90 años, era una de las pocas actrices de su edad "aun disponible, sin problemas con el alcohol, ni con el reuma, ni cayéndose por la edad".

Gloria fue tan longeva como el personaje que le devolvió la fama mundial. Falleció el 26 de septiembre de 2010 en su residencia de Los Ángeles, a la edad de 100 años, tras haberle sido diagnosticado cinco años antes un cáncer de pulmón.

Su angelical rostro en el emblemático film de James Cameron y su dulcísima mirada lanzando el legendario ‘corazón del mar’ a las profundidades del océano, la situaron en la memoria colectiva para siempre. Tanto como su mítica frase: “El corazón de una mujer es un océano de secretos”.

En este enlace, puedes ver un vídeo tributo que le dedicaron desde una página de cinéfilos.

 4 de julio de 2020

Imagen: www.mccenter.biz

Veronica Lake: La melena maldita

Constance Keane, tenía apenas 17 años cuando participó en el rodaje del film "Sorority House" (1939). John Farrow, el director de la película,  se dio cuenta de que aquel mechón de pelo rubio que caía sobre el hermoso rostro de la joven actriz, cubriéndole el ojo derecho, le otorgaba un perturbador halo de misterio y potenciaba su gélida belleza germánica.

Seguidamente, el productor de la Paramount, Arthur Hornblow Jr., le cambió su nombre verdadero por el de Veronica Lake, haciendo referencia a sus profundos y fríos ojos azules.

Y así comenzó el proceso de fabricación de la muñeca rota ‘made in Hollywood’. Así nació también la femme-fatale por excelencia y un peinado legendario: El ‘peek-a-boo’ (que podría traducirse como algo parecido a ‘echar un vistazo’, ‘mirar por la mirilla’ o ‘asomarse como el cuco del reloj’). Era el primer producto comercial de la historia del cine y ella era perfecta para el papel, un personaje tan maravilloso como limitado.

Aunque la estrategia de marketing no tenía una obsolescencia programada para ella, el destino quiso que la recién nacida estrella tuviera un paso fugaz en el firmamento de las divinidades del cine de los años 40.  Y es que fue el éxito abrumador de una campaña publicitaria lo que, paradójicamente, causaría su muerte  artística.

Parece ser que las estadounidenses, en su entusiasmo por imitar aquella sugerente manera de taparse un ojo, no tuvieron en cuenta la incompatibilidad de este peinado con su incorporación al trabajo, más concretamente a sus puestos dentro de la industria armamentística en pleno conflicto bélico. Las trabajadoras de las fábricas de armamento acababan con la greña enganchada en los taladros, por no hablar de las negligencias que ocasionaba la falta de visión del glamuroso peinado.

El gobierno no podía permitir accidentes laborales  por llevar ese peinado y el mismísimo Departamento de Guerra de Estados Unidos exigió a la productora que prohibiera a Lake volver a parecer con su famoso peinado. La Paramount acató las órdenes, exigiéndole a la diva un cambio de look y la grabación de este histórico anuncio, en el que se corta el pelo y transforma su peinado en un intento forzoso de disminuir los dramáticos efectos de su peek-a-boo.

El cambio de look, unido a su mala reputación y su adicción al alcohol, la situaron en el borde del precipicio. Su carrera nunca se repuso. El público quería el misterio, el peligro y el glamour. Y el mayor icono del cine negro, la misteriosa y elegante vampiresa, la enigmática personificación del cine de los 40 pasó del todo… a la nada. A veces el precio de la fama es alto y el trágico declive parece el único final posible para aquellas estrellas destinadas a convertirse en mito.

El pasado martes se cumplían 47 años de su fallecimiento (7 de julio de 1973). Murió con tan solo 50 años,  a causa de complicaciones derivadas del abuso del alcohol.  Cuentan que ni su madre ni sus hijos acudieron al funeral. Murió sola y odiada por la mayoría de los que la conocieron y no supieron comprender su enfermedad: Constance padeció toda su vida de esquizofrenia paranoide.  Sus cenizas fueron esparcidas por algún lugar al Sur del Pacífico, allí donde los marines quisieron que una isla llevara su nombre.

Su legado cinematográfico quedó sepultado por su poderosa imagen. Aunque su paso como estrella fue fugaz, brilló como pocas y durante el tiempo suficiente como para elevar su peinado a la categoría de mito.

* La fotografía pertenece a los carteles de promoción de la película ‘Me casé con una bruja’ (1942), uno de los mayores éxitos de la industria en los años 40.

Feeling Good

Si le preguntamos a Google por el ranking de las mejores canciones para levantar el ánimo, ‘Feeling Good’ aparece en casi todos los listados. Es todo un temazo y un clásico al que han recurrido publicistas y cineastas de todos los tiempos, desde que los británicos Anthony Newley y Leslie Bricusse lo escribieran para el musical ‘The Roar of the Greasepaint – The Smell of the Crowd’, en 1965. 

Ese mismo año, Nina Simone hizo su propia versión de la canción para su álbum ‘I Put A Spell On You’, elevándolo a la categoría de los inmortales. Desde entonces hasta ahora, ha sido versionado por artistas tan dispares como Michael Bublé, George Michael, Jennifer Hudson o el cantautor surcoreano Hyunsik, entre muchos otros.

En 2010, los lectores de la revista NME (New Musical Express), emblemático semanario musical del Reino Unido que se publica desde 1952, votaron la versión del grupo Muse como la mejor interpretación de un clásico, superando al ‘Twist and Shout’ de los Beatles.

La versión de la banda de rock británica, aparece en el primer episodio de la teleserie chilena “Pacto de sangre”, en el inicio del capítulo 3 de la tercera temporada de la serie “La Casa de Papel” (Netflix) y en la película “Seven Pounds” (Siete Almas), protagonizada por Will Smith.  De ésta última, la gata ha buscado la escena para ti. Aquí tienes el momento ‘feeling good’.

El fotógrafo de Mauthausen (2018)

Con el escritor, Jesús Villanueva, en el estreno de la película en Tenerife, el 27 de octubre de 2018.

Con el escritor, Jesús Villanueva, en el estreno de la película en Tenerife, el 27 de octubre de 2018.

En "El fotógrafo de Mauthausen" no vas a encontrar una película de nazis 'al uso'. Al margen de que cuenta la historia desde la perspectiva de los españoles que vivieron la experiencia de los campos de concentrarción (la del fotógrafo español Francesc Boix en concreto), transmite un mensaje importante que no pasa desapercibido, entre otras cosas porque lo advierte desde el inicio:


"En Mauthausen todo está preparado para impresionarte", pero ten en cuenta que esto es "puro teatro"... no te creas demasiado a los personajes, ni siquiera al tuyo propio... porque en cualquier momento todo puede cambiar, porque nada permanece para siempre ("La vida es sueño"). Por eso puede que parezca que eres una prostituta cuando eres un "ángel custodio", la guardiana de un testimonio de incalculable valor. O puede que parezcas un nazi... cuando eres un artista que logra sobrevivir desconectándose de su propia alma para inmortalizar las escenas esperpénticas que vives diariamente. (El pequeño papel de Macarena Gómez, en la piel de Dolores es conmovedor... y el actor Richard Van Wyeden como Paul Ricken es sublime, todo un descubrimiento).

A todo ello, hay que sumarle la banda sonora que te envuelve desde la primera nota y te va susurrando al oído la esencia de cada escena y el alma de los personajes. La música es capaz de conectarnos a otro nivel. Un nivel en el que existe la posibilidad de crear nuevas realidades. Porque puede que la vida no sea más que un sueño... pero en nuestras manos está no repetir las pesadillas del pasado.

Cabecera inolvidable

Es abrumadora la cantidad de opciones que tenemos (a un sólo clic) para pasar la tarde del sábado. Hubo un tiempo en el que no había alternativa. Y hay veces en las que llegas a echar de menos lo sencillo que era vivir…

Esta mítica sintonía de TVE forma parte de la banda sonora de la vida de muchas personas, incluida la mía. Una inolvidable pieza musical, creada por el compositor español Miguel Ángel Tallante, que fue cabecera de varios espacios dedicados al cine (Sesión de Tarde, Sábado Cine, Primera Sesión o Filmoteca TV) durante la década de 1976 a 1986.

Dicen que cuando el planeta Mercurio está retrogradando, nuestra mente tiende a traernos recuerdos del pasado. Y si no es Mercurio, es la lluvia, oler a palomitas de maíz o cualquier cosa. Quién sabe qué puede ser la causa de que tu cabeza se convierta en un hervidero de recuerdos. Lo curioso es cuando sospechas que algunos de ellos, ni siquiera son de esta vida… pero eso era para otro post, ya me lié.

Que el cielo se prepare para el reencuentro de estas dos almas. Hoy suena Morricone en nuestros corazones. Se nos ha ido el gran (G) Ennio de las mejores bandas sonoras de nuestra vida.
D.E.P. Maestro.
Ennio Morricone (1928-2020).

Que el cielo se prepare para el reencuentro de estas dos almas. Hoy suena Morricone en nuestros corazones. Se nos ha ido el gran (G) Ennio de las mejores bandas sonoras de nuestra vida.
D.E.P. Maestro.
Ennio Morricone (1928-2020).

El año oscuro se llevó también a David Prowse, actor y fisicoculturista británico (entrenador del mismísimo Superman). Pasó a la historia por ser la percha de Darth Vader, la máscara más mítica de la Galaxia. Desde entonces, ya es uno con La Fuerza. 
D.E.P. 🌹 29 de noviembre de 2020.

El año oscuro se llevó también a David Prowse, actor y fisicoculturista británico (entrenador del mismísimo Superman). Pasó a la historia por ser la percha de Darth Vader, la máscara más mítica de la Galaxia. Desde entonces, ya es uno con La Fuerza.
D.E.P. 🌹 29 de noviembre de 2020.

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